Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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martes, 13 de marzo de 2012

Mi barrio no es ninguna pradera (la fiesta de las sobras), por Paco Gómez

Voy de recogida, pero necesito ver a algunos antiguos colegas, saber que están bien. Abro la puerta del garito y me invade la típica atmósfera de humo. Aquí se sigue fumando, a pesar de lo que dijera Zapatero y sus ministros pijos, que de socialistas tenían lo mismo que yo de fascista. Me saluda el Nicky, aunque decir esto es un eufemismo, porque al Nicky no se le entiende nada cuando habla, y habla mucho, demasiado. Me tiene una hora escuchándole, pero no me entero de nada, excepto de que una vez le dejaron unos zapatos para entrar a una discoteca y como eran de la talla cuarenta y cinco y él usa un treinta y nueve, pues eso; empieza a caminar en círculos para que su explicación sea más gráfica riéndose de sí mismo. Vaya tela el Nicky, delgado y reseco. Keith Richards tiene mejor cara.

Después converso un rato con el Litri, que siempre me recuerda que él ya era mayor cuando yo aún era un enano y que mis padres eran muy buenas personas. Tampoco le entiendo apenas, pero no puedes escapar, pues es de los que si te intentas ir te toma del brazo y te sigue dando la charla.

Cuando logro huir me encuentro con el Carlos, su hermano. Lleva coqueteando con el alcohol y las drogas desde que tengo uso de razón. No obstante, me enseña su abdomen orgulloso, un abdomen en plan tableta de chocolate que yo no me explico. Después me imita a Popeye y me parto el pecho.

Sigo conversando con unos y con otros. Todos ellos decidieron que la vida no les gustaba nada más abrir los ojos en la maternidad. Hay demasiadas personas con demasiada maldad, pero toda esta pléyade de colegas del barrio no formaron un comando para cargarse banqueros o para robar sus bancos, no. Decidieron darse a la vida contemplativa haciéndose daño únicamente a ellos mismos, ya que para olvidar que están en el planeta Tierra, lo mismo vale un botellín, que una raya de coca o un porro de caballo.

Camino hacia mi casa pensando en ellos. Buena gente nacidos en un sitio equivocado en tiempo erróneo. Gente de buen corazón. Me quedaría mil veces más con cualquiera de ellos si naufragara en una isla desierta que con un banquero o con un político. Seguro que estos últimos te daban con una piedra en la cabeza para quitarte un coco a las primeras de cambio.

El barrio ha cambiado, lo compruebo a la mañana siguiente. Hay más prosperidad en general, pero la crisis ha hecho de las suyas y hay más comercios cerrados que nunca. Te puedes encontrar con la miseria en cada esquina. También a viejas amigas, como la soledad o la tristeza. Aquí, la muerte ha paseado mucho más a menudo que por el barrio de Salamanca.

Y sin embargo, por las calles de mi barrio me siento feliz. Debe ser por lo de las raíces, aunque estas debieron quedar ancladas en uno de los muchos descampados de los setenta. A veces creo que así fue y que me mantengo unido a ellas por una goma elástica invisible. Paso la mañana paseando y leyendo, alternativamente, y observando a la gente. Nunca se sabe cuándo vas a cazar un nuevo personaje para una nueva novela. Al llegar a la altura del supermercado, veo a muchas mujeres y niños en la puerta. Son rumanos de etnia gitana. Cuando los empleados sacan la basura consistente en productos caducados, la algarabía que se produce es demasiado llamativa como para no fijarse. Arramblan con yogures, pan de molde, leche... Todo gratis. La fiesta de las sobras.

Me siento en un banco, saco mi boli y mi libreta y escribo un poema titulado precisamente así, “La fiesta de las sobras”. Más adelante ganaría con él un premio de poesía social, pero esa es otra historia. Mirando un punto en el horizonte mientras me enciendo un cigarrillo, se me vienen a la cabeza las estrofas de Sabina. “Mi barrio no es ninguna pradera..., mi barrio no es ninguna pradera...”

martes, 6 de marzo de 2012

Letal como un solo de Charlie Parker, por Paco Gómez Escribano

Javier Márquez Sánchez es un sevillano que el año pasado, por cuestiones laborales, decidió afincarse en Madrid, en pleno centro. Es periodista, ensayista, novelista, toca la guitarra, canta y le gusta disfrutar de unas copas entre amigos. Antes de escribir su primera novela, “La fiesta de Orfeo”, ya había escrito varios ensayos en clave biográfica, todos ellos relacionados con actores o cantantes. Le fascina la vida y cree que no debe dejarla pasar. Si de aprovechar unos buenos momentos se trata, bien sea paseando por las calles de Madrid o degustando unas buenas viandas que bien pueden desembocar en una velada musical, él es el hombre. Si luego echamos una cabezada, nada mejor que hacerlo sumergiéndonos en cualquiera de sus libros.

El pasado 23 de febrero, nos presentó su última novela en el Ernie's Station, un bar en el que se puede cenar y tomar copas muy recomendable, situado en la madrileña calle de las Fuentes. Acompañaron al escritor los diestros negrocriminales Pedro de Paz y Carlos Salem y, por supuesto, Pablo Mazo, su editor y alma máter de la Editorial Salto de Página, culpable del alumbramiento de “Letal como un solo de Charlie Parker”, tercera novela del autor. La pasada semana, la novela se presentaba también en Sevilla.

Puedo decir sin temor a equivocarme que la novela es genial. Javier sitúa la trama en los años cincuenta en la ciudad de Las Vegas y alrededores. El protagonista, Eddie Bennett, alias el Figura, alias el Gato, actúa de detective sin serlo, ya que en realidad, con un pasado ligado a los bajos fondos, se dedica a resolver problemas para los chicos listos de Las Vegas. Vive en una suite de hotel en un tiempo en que las comeduras de coco se solucionaban, lejos de solicitar los servicios de un psicólogo, con una conversación con tu barman de cabecera.

La novela comienza con un Eddie mayor que entabla conversación en un bar con una joven periodista mientras resuelve en menos de dos minutos un asunto. Javier emplea la analepsis o el flasback, por utilizar un término más conocido, para llevarnos de la mano a un tiempo que le fascina, al Las Vegas de los cincuenta, poblada de mafiosos y actores. A Eddie le encargan investigar el posible asesinato de una chica que actuaba de extra en el rodaje de la película “El conquistador de Mongolia”. Pronto se da cuenta de que las autoridades tienen más interés en archivar el caso como un suicidio que en esclarecer los hechos. Pero Eddie se meterá en más de un problema al obstinarse en descubrir la verdad.

Podríamos calificar la novela como un clásico dentro de las de género negro, factor que se acentúa al transcurrir la novela, como ya he dicho, en un lugar y en una época que han sido escenario de tramas y argumentos de novelas y películas escritas y dirigidas por escritores y directores que han sentado las bases del género. Ciñéndose a los cánones que sentaron autores como Chandler o Hammett, Javier Márquez va más allá. Si bien a los autores mencionados en muchas ocasiones no les importaba la historia, sino los escenarios, Javier nos describe escenas chandlerianas, pero también nos cuenta algo, con un planteamiento, un nudo y un desenlace, que deja abierta la puerta para futuras historias protagonizadas por Eddie el Figura, y ojalá que así sea. Aparte de la trama central, nos sumerge en una atmósfera de mafiosos que se entremezclan en una telaraña con el gobierno de los Estados Unidos a través del ejército y la CIA, en un ejercicio que para nada es ciencia ficción, ya que los intereses de unos y otros han sido coincidentes en más de una ocasión. Y ya se sabe aquello de que el fin justifica los medios. Sin ser explícito al cien por cien, Javier nos proporciona una madeja de la que poder tirar a nada que el lector decida investigar por su cuenta esas curiosas conexiones. Valga como ejemplo la alianza que en su día protagonizaron el gobierno de Estados Unidos y Lucky Luciano para el desembarco en Sicilia de los aliados.

Otro de los detalles encantadores de la novela es que mezcla a personajes ficticios con personajes reales. Así, podemos ver a Eddie el figura manteniendo una conversación con Dean Martin o con el mismísimo John Wayne, actores bien estudiados por el autor a juzgar por cómo ha plasmado sus costumbres, hábitos y formas de ser, reconocibles a todas luces por cualquier estudioso de la materia.

Doscientas sesenta y ocho páginas llenas de acción que captan toda una época para desarrollarla en forma de novela que nos enseñan a tipos sin escrúpulos dirigiendo los principales hoteles y casinos de una ciudad, Las Vegas, construida en pleno desierto para aislarse de todo y de todos. Una historia con la Mafia al frente de todos los negocios, con conexiones con el gobierno y con los principales artistas del momento que, si querían actuar en los mejores espectáculos, debían tratar inexorablemente con los chicos listos. Una novela que, bajo mi punto de vista, encumbra definitivamente a Javier Márquez Sánchez entre los mejores autores de género negro de este país, que no son pocos, cuyo talento, sobradamente demostrado en sus anteriores libros, estalla definitivamente dejando la impronta de Eddie el Figura en los anales del género. Sus lectores estamos de enhorabuena.

Para conocer más sobre la trayectoria del autor, visita su página web:http://javiermarquezsanchez.com/