Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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sábado, 28 de febrero de 2009

¡Bebed, cuervos!, de Virtudes Reza

¡Bebed, cuervos!
Bebed de mi sangre,
porque sangre soy y no carne,
porque soy mar de desatino,
porque soy mar de infortunio,
porque soy mar de desolación.

Bebed de mi alma,
porque alma no tengo,
bebed del corazón
que entrego con las manos manchadas de amor,
bebed de mi sombra
que ríe esperando la muerte.
Bebed de mi cerebro hueco,
de mi mente soñadora,
de mi pecado.

Bebed, cuervos,
bebed del sufrimiento que nadie ve
de la niebla que se adentra en mi reinado.
Bebed, bebed hasta saciar la sed,
hasta reventar en el Infierno,
bebed hasta que no quede ni un despojo de mi ser,
ni un hueso, ni la maldita piel.

Bebed hasta que sea desierto,
que se haga la oscuridad,
en cada copo de lágrima,
en cada gota de amargura.
Pero, ¡no dejéis de beber, cuervos!
Bebed hasta que el dolor desaparezca,
hasta que desaparezca la nada,
hasta que desaparezca la vida.
¡Bebed, cuervos!

jueves, 26 de febrero de 2009

Prólogos

Ayer pasé una tarde estupenda. Resulta que mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, puso en mis manos toda su obra poética. La tiene escrita en papeles, blancos y amarillentos, en cartones, en servilletas..., a mano, a máquina... Me ofrecí a pasarlo a “word”, para así recopilar todos sus poemas en un documento y mandarlo a alguna editorial. Si el editor es medianamente sensato, se lo publicarán, porque, creedme, a la vez que iba pasando, leía, y flipé en estéreo con el potencial de esta mujer, queridísima amiga mía. Y eso que pasé una tanda de poemas de 1989, cuando esta niña tenía 18 añitos. Ya no sólo era la calidad de los versos, sino la precocidad de Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, al escribirlos. Anoche le decía que era imposible que se hubiera imaginado situaciones tan dramáticas como las que describía en sus poemas. Y mi teoría era que en 1989 ella, de alguna extraña manera, había recordado hechos que desgraciadamente le iban a acontecer en el futuro y los había plasmado en esas estrofas de verso libre. No puede ser de otra manera, sobre todo por el realismo de las aseveraciones.
Charlamos mucho, y coincidimos en una cosa: la Literatura es otro plano de la existencia. Seguramente también lo son la Música o la Pintura, pero nosotros hablábamos de Literatura. Me decía ella algo en lo que yo coincidía totalmente. Contábame que cuando lee sus propios poemas parece que los ha escrito otra persona. A mí me pasa lo mismo con mis novelas y relatos. La explicación que yo le di puede ser cierta o, sencillamente una paranoia mía, pero yo lo siento así. Le dije que como la Literatura es otro plano, cuando escribimos lo hacemos en un estado alterado de consciencia. Sin embargo cuando leemos luego lo escrito lo hacemos desde la realidad ordinaria, por eso no tienen nada que ver las sensaciones al escribir y al leer lo propio. Curiosamente ella se mostró de acuerdo cuando yo esperaba un “tú estás majarón perdido”. Y es que mola un montón esta Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras. Sabe muchas cosas que los demás desconocen, por eso es como es y por eso la quiero y encima, es guapísima. No es habitual que se den tantas características juntas en una misma mujer.
Volvió a dejarme sobrecogido al decirme que para ella sería un honor que yo prologara ese libro de poemas suyo, sólo espero estar a la altura. El honor es mío, Virtudes, Niña Poeta, niña de Algeciras. Eso sí que no me lo esperaba. Como ella tampoco esperaba que yo deseara que esta niña prologara mi primera novela cuya fecha de publicación debe estar ya cercana. Estoy seguro que me va a hacer un prólogo de escándalo, como todo lo que ella escribe. Me dice que es una gran responsabilidad, pero tranquila, niña, que ya verás como abandonas la realidad ordinaria y te plantas en ese otro estado y me escribes una historia que me dejas sobrecogido a mí y a mis lectores, vaya tela.
Sólo espero que te pongas ese pañuelo en la ciudad para que yo te vea y disfrute. Ah, y nunca pierdas mi número de móvil, Virtudes, Niña poeta, niña de Algeciras.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Er Pepe y el Bluetooth

Pues nada, que salimos del Insti y nos fuimos a cenar. A un vasco, no recuerdo el nombre, pero sí el sabor de los pinchos, el Rioja, el txakolí, etc. Comes más de lo que deseas, pues los camareros te provocan, pero en fin… Luego nos fuimos al On, un pub que está bien, bueno… A mí, la verdad, es que me parece una peluquería de perros caniches, más bien. Lámparas de diseño, butacas sofisticadas, luces que no hacen daño, música que no transgrede, camareros correctos, en fin… Gente de todas las edades… El caso es que empezamos a hablar y resulta que el Eduardo tiene un montón de amistades hechas por el Internet. Y nos intenta convencer de que es el método por excelencia para relacionarse. A mí no me convence, qué quieren que les diga. Prefiero el método tradicional: si alguien me interesa, le entro, pero allá cada cual. Sin embargo, el bombazo me lo ofreció el Pepe. Resulta que saca el móvil y me habla del Bluetooth. Claro, claro que sé lo que es el Bluetooth, soy profesor de Sistemas Electrónicos. Es un protocolo como otro cualquiera, sólo que éste está de moda. Y le pregunto que qué carajo hace con el Bluetooth. Y me dice que ahora en los pubs puretas la peña saca el móvil, conecta el Bluetooth y se mandan fotos y mensajes. Y que una piba recibe del de gafas de la esquina de la barra, y que pasa de él. Y que no sé qué. Así que flipo porque observo y la gente realmente está pillada con el Bluetooth. Pues vale.
Así que nos vamos. Y las pibas se despiden. Y el Pepe y el Eduardo se alejan. Y yo me quedo observando a mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, que se encuentra a una antigua amiga; que le dice que está más guapa y que está más de todo, ¡un lince la amiga, oigan! Y yo espero porque sé que Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, se va a ir. Sé que me va a dar dos besos, y así acontece, y me sobrecojo. Y después alcanzo al Pepe y al Eduardo y nos vamos al Café Teatro. Y el Pepe enchufa el Bluetooth. Y nadie tiene Bluetooth. “Claro, este es otro ambiente”, me dice. Efectivamente, lo es, aquí ya no hay puretas, aquí las pibas van enseñando el sujetador. El Café Teatro no es como el On, que parece una peluquería de caniches. Aquí suenan Extremoduro y Leño. Y me voy a casa con la resaca del beso de Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras. Al despedirse de mí, todo me sonó a verso, a su verso, a su poesía de Aromas.

lunes, 23 de febrero de 2009

La Niña Poeta (II), de Paco Gómez

Vengo de comer en Los Cristales y allí estaba el Gato, diciendo que “qué mal me siento desde que hablo inglés”. Y yo, entre papa, calamar y puntillita, pensando, “qué bien me siento desde que ando correrías literarias con mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, la de cosas que nos pasan”. Que es que esta mañana nos hemos quedado un poco sobrecogidos porque nos han traído al mismísimo Presidente del Casino de Algeciras porque quería conocernos. Que es que sabía nuestros nombres, nuestros apellidos y lo que escribíamos. Que es que nos han invitado al Casino a dar un recital. Hay que ver con el Guionista. Hay que ver con Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, la clase magistral que dio ayer en el Taller de Poesía del Cristina. Que hasta los alumnos le preguntaron que si se dedicaba a esto, cuando ella, en otra más de sus facetas, ni siquiera es de Letras, que no es Filóloga ni de Lengua, que es profesora de Organización y Proyectos de Fabricación Mecánica. Que hay que ver cómo la respetan los niños, que hay que ver cómo la respetan y la quieren los compañeros, que hay que ver cómo les enseña a los alumnos a proyectar con Calidad, que hay que ver cómo se desenvuelve en el aula impartiendo clases de una especialidad que ni siquiera es la suya, que es profesora de otra cosa, reconvertida, con un par...
Que hay que ver cómo escribe, que hay que ver “Aromas”, “Despojos”, “Desojo cordobés”, “Inspiración cordobesa” y otras tantas. Que hay que ver cómo la buscan, los del Cristina, los de la Novena, los del Casino... Que hay que ver cómo la busca su ciudad, Algeciras, por la que va desparramando su Arte en plan sobraó, que hay que ver cómo la buscan sus amigos, entre los que tengo el honor de incluirme. Que hay que verla en el Mirador del Estrecho captando aromas de la tierra que la vio nacer, soñando con veredas que llevan a la orilla del mar y con estancias infinitas en el verde de la pradera para captar yo qué sé cuántas sensaciones que sólo a ella se le ocurren. Que hay que verla inventándose ejercicios inverosímiles en un intento de que los alumnos capten la esencia de sus enseñanzas. Que hay que ver...
Pues como decía al principio, el Gato se ha quedado en los Cristales contando sus peripecias de cuando era joven, de cuando llenaban una copa de cinco litros de cerveza y le metían dentro un vaso de caña con whisky. Y Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, se ha encerrado con sus alumnos para enseñarles yo que sé qué cosas que sólo ella sabe. Qúe suerte tenéis, niños, y qué suerte tengo yo por contarte entre mis amigos. Nunca pierdas mi número de móvil, Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras.

Taller de Poesía I, de Virtudes Reza

El pasado domingo 22 de febrero di por comenzado el Taller de Poesía en el Hotel Cristina, de Algeciras. Paso a haceros un breve resumen de los contenidos de la primera sesión:
Un poema puede surgir debido al alma, al corazón, a un recuerdo, a un aroma, a la música, a una ciudad, a los colores, a las palabras... Comentaba yo a los alumnos una sentencia que me asalta día tras día: “¡Necesito escribir!”
La poesía es mi motor, es el sentimiento que aflora por los poros y que a veces sin querer o queriendo debes medir y dosificar para no sufrir, aunque a veces es el gozo puro, por eso es la vida o está llena de vida.

El corazón te impulsa: la inspiración

Es la inspiración que siempre me acompaña, sé que está ahí y me aguarda, y antes que yo la busque ya me encuentra, y antes que la sienta ya me siente, y espera paciente a que el ímpetu se desate, a que el sentimiento fluya en un instante de vida, en un momento atemporal, donde segundo, minutos y horas son la dimensión de lo racional, que el corazón no alcanza a entender.

“La poesía es un enfrentamiento entre la interioridad del poeta y el mundo, y de este choque surge el modo de construir el poema”

Escribir poesía te permite colmar tus necesidades; exorcizar los fantasmas personales; traducir en palabras las reacciones más primitivas; sugerir sentimientos que no se podrían explayar de otra manera, rectificar el rumbo del mundo; disponer de la libertad absoluta; disponer de un interlocutor.

El misterio del poema: La poesía no tiene fórmulas ni puntos de partida y llegada, pero el poema es una forma, una estructura interna y tiene multiplicidad de sentidos. Para escribir un poema: economiza las palabras como si estuvieras escribiendo un telegrama.

A quién te diriges en cada poema

¿Te desdoblas durante el acto de escritura?
¿Piensas en la persona amada?
¿Te adueñas de un instante prodigioso y lanzas las palabras al viento, a una figura sin rostro, a la eternidad, al universo?

Entre el deseo y los resultados

Ya sea breve o extenso, el poema debe tener esa magia indefinible que hace que el lector se impresione, se inquiete, no sea el mismo después de la lectura.

Maneras de comenzar y finalizar

-La primera chispa
Hay poetas que nunca tienen que preguntarse dónde comenzará y finalizará el poema.
Su intuición los orienta, van de la mente al corazón y del corazón al mundo externo para volver a pasar por el filtro de la mente.

-Así nace el primer verso
Ya sabes todo lo que pasa frente a tus ojos y por tu emoción es digno de ser apuntado.

-Incluso lo más irrelevante
Unas breves palabras provenientes de una conversación; un antojo; un sueño; una hoja que se desprende de un árbol; una calle desierta en una noche de invierno.

Caso práctico: Una calle en Córdoba



Y en esa calle algo que llame nuestra atención
-Dos palabras: Humildad y paciencia


Humildad y paciencia,
en la Cuesta del Bailio,
parada meditada en la Dolorosa,
y fotografía bajo ocho faroles.
Reencuentro de sentimientos,
amigos del cansancio,
de unos pies,
de unos cuerpos,
de unos rostros,
impregnados de tu misericordia,
de tus migajas entrelucidas,
que me das cuando suplico.


FORMAS DE COMENZAR UN POEMA

-Un interrogante: Receptor demandado y apelado.

“¿Qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del Infierno me maltrata?”
Francisco de Quevedo, Obra poética, nº 368

-Una explicación: Matiz narrativo.

“Porque nos encontramos en el atardecer
bajo la sombra del reloj de la estación
mientras mi sombra estaba muriendo en Lima
y tu fantasma estaba muriendo en Lima.”
Allen Gingsberg, A un viejo poeta en el Perú.


-Una afirmación: Inicio potente.

“Sí que estoy
parado
sobre la cresta de la montaña.”
Carl Wendell Hines. Dos poemas de Jazz.

-Una negación: Matiz de advertencia.

“Nunca creas todo lo que se dice.
Los lobos no son tan malos
como los corderos...”
Kenneth Rexroth, Lobos.

EL INTERMEDIO DE UN POEMA

Un poema no tiene desarrollo, en el sentido de la narrativa. Tiene un intermedio más o menos extenso entre el verso o los versos iniciales y el final.

-Métodos para el intermedio: Una afirmación, una interrogación, una o varias definiciones...

EL FINAL
Podemos utilizar los mismos procedimientos que el principio y el final: una descripción, una confesión...

La vida intuitiva, de Paco Gómez

El otro día, mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, me comentaba una frase de John Lennon; sí el beatle al que un gilipollas le pegó dos tiros privándonos al resto de la humanidad de su talento para los restos. A su vez, a ella se la había susurrado su amiga Pili. La frase decía: “La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”. Hablando de frases, un colega mío del barrio me soltó un día otra lapidaria: “Un tío que juega al mus de noche, no es tonto”, pero en fin, aun siendo igual de genial no viene al caso. Retomando la de Lennon podríamos decir que en el caso de multitud de personas, sobre todo las que nos dedicamos a vivir la vida, sentimos muy de cerca la frase del difunto Lennon. Hombre, otra cosa es que uno se quede en casa, y de casa al trabajo y del trabajo a casa. Entonces lo más seguro es que no ocurra nada y que al final se acabe tomando ibuprofeno en el mejor de los casos y Prozac en el peor. Pero si uno sale de casa más que entra, y un día se mete en un saraó o dos, otro día en otro, ve a tales y a cuales personas, se mete en ciertos círculos y, en definitiva, hace muchas cosas, al final, el Guionista o..., el que mueve los hilos, le va obsequiando con una colección de hechos no planeados, es decir, con la vida misma. Se puede llegar a sentir estrés pero, por lo menos, uno se siente vivo. Y te duelen las mandíbulas de reírte.
Un ejemplo es el del domingo pasado en el que Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, y servidor de ustedes, impartieron sendos talleres respectivos de Poesía y Novela en el Hotel Cristina de Algeciras. No hay sitio en este artículo para desarrollar todos los hechos acaecidos que nos llevaron a impartir los talleres. Pero les aseguro que no fueron premeditados ni planeados. Y les aseguro que los talleres no existirían si me hubiera echado todos los días la siesta y después me hubiese quedado el resto de la tarde en casa. Planeo ciertas cosas que luego salen o no. Pero las más importantes me las ofrece el Guionista, ni premeditadas ni planeadas. Lennon lo sabía, a pesar del gilipollas que lo asesinó, así se pudra en la cárcel. Y lo resumió en la genial y mencionada frase suya.
Si les apetece, tienen una cita todos los domingos en el Cristina. Bien con Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, y su Taller de Poesía, o bien conmigo y mi Taller de Novela. Sí, todos los domingos de 18 a 19 horas. Y gratis, oiga, ¿alguien da más?

Taller de Novela I, de Paco Gómez

Ayer, domingo 22 de Febrero de 2009, se inauguró el taller de novela en el Hotel Cristina de Algeciras. La sesión se dedicó a hacer una introducción a lo que va a ser el taller, que se prolongará hasta el mes de junio.
Invité a los alumnos a que se hicieran una reflexión: “¿Por qué quiero ser escritor?”. Si uno se está haciendo esta pregunta es que ya ha decidido serlo. Y si lo ha decidido se ha de ser consciente del cambio que esto implica en la propia vida personal de uno. Lo primero, meses de soledad frente al teclado de un ordenador, tiempo que se ha de robar a la familia, a los amigos y, en algunos casos al trabajo.
Después les indiqué que si uno escribe para uno mismo, no hay normas. Pero si uno escribe para ver publicada su obra, hay que ser más cuidadoso, no disponemos de tanta libertad y tenemos que ceñirnos a algún tipo de estructura, aunque en realidad, no hay tampoco un método concreto, cada escritor emplea el suyo. Lo cierto es que, independientemente de la técnica utilizada para escribir una novela, parece que todos los escritores nos ceñimos al
Paradigma: Planteamiento, Nudo y Desenlace.
El Planteamiento dura desde días hasta meses y no forma parte de la escritura. Solamente estamos madurando una idea que nos invade en el trabajo, en un bar, en casa, hablando con unos amigos, etc. Es el tiempo en que estamos dando vueltas en la cabeza al tema central de nuestra novela. El proceso desemboca en la escritura de los primeros capítulos en los que vamos dando vida a los personajes principales y vamos dando los pasos necesarios para crear el conflicto.
El Nudo viene después del Planteamiento y es el proceso por medio del cual enganchamos al lector, que va a querer seguir leyendo si lo hemos hecho bien. Volviendo al Planteamiento, les decía yo a los alumnos, que yo soy partidario de los principios explosivos que causen en el lector una convulsión. No soy partidario de los inicios sosos o lentos. Por eso, siempre empiezo mis novelas con un asesinato, o un hecho biográfico traumático o una circunstancia que sea impactante y que entre directamente en el nudo como un misil. No es necesario crear todos los personajes ni todas las situaciones en el Planteamiento. El Nudo es el grueso de la novela y siempre es recomendable que algunos de los personajes vayan surgiendo como gotas en esta parte de la novela.
El Desenlace, a mi modo de ver, debe ser brutal. Me gusta que el lector diga: “Lo mejor es el final”. Si el final es soso, el lector leerá la novela, pero seguro que no leerá otra del mismo autor. Así que debemos ser muy cuidadosos a la hora de diseñar tanto el final como el principio.
Después, mandé un ejercicio para casa: Hacer una sinopsis de la novela que uno querría escribir en diez líneas. El objetivo es doble:
-Por una parte, el ejercicio pretende sintetizar el argumento en sólo diez líneas.
-Por otra, debemos ser capaces de hacer esta síntesis por lo siguiente: No se debe enviar un manuscrito no solicitado a un agente literario o a una editorial. Primero debemos redactar una carta de presentación de no más de medio folio, con elementos muy concretos que se detallarán según avance el curso pero en la que la sinopsis de la novela será la clave, porque son las líneas con las que vamos a enganchar al editor o al agente.

viernes, 20 de febrero de 2009

Domingo 22 de Febrero de 2009

El próximo domingo 22 de Febrero de 2009 a las seis de la tarde empieza un ciclo de Literatura en el Cristina. Mi compañera, Virtudes Reza, empieza a impartir un curso de Poesía. Paralelamente, yo, comienzo a impartir un curso de Novela. Después a las siete, hemos invitado a Miguel Ruiz Montáñez, autor del Best Seller "El Papa Mago", a que dé una conferencia y a que presente su libro. Después firmará ejemplares a requerimiento de los lectores. El propio Miguel inaugurará los dos talleres.Estos actos tendrán continuidad cada domingo.

Inspiración cordobesa, de Virtudes Reza

Una vez más,
un capítulo más, del guionista.
Me destruyo mientras muero,
y muero porque de tu ausencia estoy llena,
y quiero volver,
a tu vera,
a tu rivera,
y olerte en primavera,
Para guardarte en mí,
para descubrirte,
para intuirte,
y tenerte hasta la eternidad.

Una vez más,
tatuar tu silueta,
en mi piel,
en mis manos,
en mi alma,
y ser esclava
de tus aromas
de tus esencias.

Una vez más,
buscarte como inspiración cordobesa,
en el reflejo del puente romano,
en la calidez de un paseo nocturno,
y en la escarcha del abismo,
de una terraza desnuda,
que te llama sin sentido.

Sentir el vértigo incontrolado,
y el suelo moverse a mi paso,
y el cielo rendirse en mi pelo,
y sentir elevarme,
en el ascensor del Sojo ,
con baile salsero,
antesala del reservado para un vodka caramelizado,
y subir tus escaleras,
intentando tocar lo sublime,
y bajarlas también,
para volver a la realidad de lo terrenal.

Humildad y paciencia,
en la Cuesta del Bailio,
parada meditada en la Dolorosa,
y fotografía bajo ocho faroles.
Reencuentro de sentimientos,
amigos del cansancio,
de unos pies,
de unos cuerpos,
de unos rostros,
impregnados de tu misericordia,
de tus migajas entrelucidas,
que me das cuando suplico.
Pero no quiero entender,
sí,
una vez más,
no quiero entender,
el plan de la vida,
sólo vivir,
y vivirte,
que pasen rápidos los grises de mi reloj,
para que pasen lentos tus besos,
y tus caricias,
y que no me quede la melancolía
de los adoquines mojados,
por lágrimas sedientas de tus aguas,
y por suspiros que el viento de levante,
quiere mecer para llevarme,
a tus recuerdos,
mientras que mi poniente deslucido,
sólo trae a mis pupilas,
la ficción de mis sueños.

jueves, 19 de febrero de 2009

Córdoba la guionista, de Paco Gómez

El cauce del Guadalquivir fluía sin darse cuenta de que lo estaban observando desde el Puente Romano. Las aguas estaban tristes, casi muertas, fluyendo por la fuerza de la inercia más tediosa. Y esos dos pares de ojos, sin embargo, miraban el cauce con una ternura que nacía desde lo más hondo de las almas de los cuerpos que los albergaban.
Y ellos dos, a la vez, no eran conscientes de que Córdoba les miraba a ellos. Y que les ofrecía sus calles, su magia, su embrujo y su alquimia, incluso su puente romano. Córdoba se había olvidado de todos los demás, sólo tenía ojos para ellos. Por eso sentían un empellón de energía que no sabían de dónde venía. Estaban pletóricos, eufóricos y a la vez con una serenidad que les daba templanza impertérrita, orgullo inyectado e imperturbabilidad despreocupada. Por eso miraban el cauce y la Ciudad Califal les miraba a ellos, sólo a ellos. Tenían la suficiente entereza para repartir la ternura de sus miradas entre el cauce, la vegetación, las orillas, los molinos y los tejados de las casas centenarias. Y Córdoba tomó los mandos y se erigió en guionista, sólo para ellos, olvidándose de todos los demás. Les preparó escenas inolvidables de caricias que nunca llegaron para sentir la intensidad de su ausencia. Y les proporcionó paseos que una vez hicieron personajes milenarios de leyenda y que nunca después se habían repetido, hasta ahora, en que Córdoba, Córdoba la guionista, les estaba escribiendo el capítulo perfecto y único que no se volvería a reproducir jamás. Y miraban el río y el cielo y los molinos y los tejados y las orillas. Y ella suspiraba y él anhelaba y ella anhelaba y él suspiraba. Sus miradas chocaban y sus alientos contenidos salían exhalados de forma serena e intensa. Y olían los aromas y se sobrecogían con los colores. Hablaban y callaban, escuchaban y sonreían, comprendían, asentían y hablaban. Y callaban. Y miraban. Y el cauce por fin se dio cuenta de que le estaban observando con una ternura fuera de lo común, como antes le habían mirado los personajes milenarios de leyenda y como no le volverían a mirar nunca. Fue entonces cuando el río hizo chisporrotear el agua y el aire se agitó. El pelo de ella se movió ligeramente, lo justo para acentuar su belleza. Él se dio cuenta. Y el puente vibró ligeramente. Y los molinos echaron de menos las aspas robadas o podridas hace tiempo. Y la Mezquita echó de menos al muecín y a sus cantos, pero se conformó con tañidos de campanas y cánticos de la religión nueva.
Cuando abandonaron el puente, se sobrecogieron. Pero Córdoba no quiso acabar ahí el capítulo que sigue abierto en otra ciudad. Su ciudad. La de ellos.

La Niña Poeta, de Paco Gómez

Nunca había puesto música a un poema. Normalmente, compongo, pero letra y música, entonces es más fácil porque adaptas una a la otra. Y buscas la facilidad, en cuanto a que creas, por ejemplo, estrofa-estrofa-estribillo-estrofa, y todo sale rodado. Puedes acortar el párrafo en función de las notas y, en definitiva, jugar para que todo encaje. Pero claro, prometí a mi amiga Virtudes, la poeta, la extraordinaria poeta de Algeciras, que le iba a musicar su poema “Aromas”, un poema maravilloso de verso y rima libre. La labor fue titánica porque las estrofas no eran regulares y los versos medían lo que la genialidad de esta mujer entendió que debían medir. Así que estuve toda la mañana haciendo sonar en mi cerebro la melodía que yo entendía que tenía que tener “Aromas”, esperando estar a la altura. Y a las tres de la tarde me puse, poco a poco, emparejando versos con dos, fas, soles y las. Como lo llevaba claro, tardé quince minutos. Fui tocando a la guitarra las notas de cada verso por separado y la canción no me dijo gran cosa, pero, ¡ay! cuando la toqué entera… Cuando yo oí aquello empecé a flipar paralelamente a un dolor de cabeza interno, supongo que por el parto. Ibuprofeno que te crió, adiós dolor. Pero faltaba la prueba de fuego: que la poeta escuchara la canción. Nos encontramos a las seis y, bastante sobrecogido, le ordené sentarse. La miré a los ojos y empecé a cantar. Cuando acabé, supe que había estado a la altura. Me lo confirmó su rostro enmarcado por su melena morena. Me felicitó y yo tuve que aguantar el tipo ante un temblor propio de piernas. El estado de ella no era diferente, intuyo. Y se despidió de mí porque tenía que dar clase. Y yo me fui a los Cristales a buscar un subidón de tensión frente a un café con leche bien cargado y un cigarrillo.Esta niña empieza el domingo a impartir un curso de poesía en el Hotel Cristina de Algeciras, marco inigualable. Y yo, tengo la suerte de impartir uno de novela paralelamente al de ella. Los cursos son de seis a siete y a los que le guste el Arte, vayan a verla. No cobramos nada. Luego habrá firma de libros por parte de Miguel Ruiz, autor del Best Seller “El Papa Mago”, que, por cierto, inaugurará los dos cursos. Pero la estrella es la niña, la niña poeta, la niña de Algeciras. Tenemos la gran suerte de que se le ocurran sensaciones, las verbalice y las plasme en un papel para que todos nosotros disfrutemos leyéndolas. Niña, ha sido un placer poner música a tus versos y cantarte. Nunca pierdas mi número de móvil.

Irreversible, de Paco Gómez

Que sepáis todos, os aviso, que un escritor no es una persona normal, y esta circunstancia es irreversible. El que escribe frente a un teclado es el solitario al que más le gusta estar con la gente, y si no le gusta, tiene que sacrificarse y buscar amigos y conocidos, y hasta desconocidos, que le proporcionen historias. El último artículo que he escrito, pendiente de publicación, me lo inspiró una solitaria frase en un eseemeese. Pues quien lo escribió, sale plasmada en el artículo, no cito nombres siempre que puedo.
El que toma café, se fuma un pitillo, come o cena, pasea o se cruza con un escritor, se arriesga a salir en sus novelas y en sus artículos. Es algo inevitable. Hasta cuando el que emborrona papeles o pantallas de ordenador cuenta una ficción, crea los personajes basándose en fisonomías de conocidos, familiares o amigos. Copia frases, giros, posturas, aspectos, ropajes, sensaciones, ambientes y hasta pensamientos. Para él, escribir es una droga a la que se hace adicto. Eso sí, como dice un buen amigo, el escritor no tiene que ir al psicólogo, ya lo cuenta todo en sus novelas, no le hace falta sentarse en el diván, o esto... o se vuelve loco.
Y, por lo menos los hombres, desconozco este aspecto de las mujeres, acaban divorciados si es que están casados, bien es cierto que no todos, pero pobres de sus esposas. Y como se divorcien, los escritores acaban frecuentando los bares de los barrios bajos buscando historias. Son vampiros que aspiran hasta los olores de las mujeres y aprenden a distinguir sus perfumes. Pordiosean a los amigos para que lean sus escritos. Le adulan y le hacen constar su talento, pero acaban solos. Siempre acaban solos en la barra de un bar en último término, aunque antes hayan pasado por todo un periplo de montañas rusas vertiginosas en compañía de mujeres con perfumes ya conocidos y familiares. Y, finalmente, acaban paseando su mirada por las botellas, colocadas ordenadamente detrás de la barra, mientras observan jugar a la máquina tragaperras a un hombre solitario que no escribe y que no lo hará jamás. Pero tampoco ahogará sus penas en alcohol, como hace él, aunque le toque el premio gordo.
Y cuando tercie estar en una habitación de hotel, sentado en una silla, mirando a través de los cristales las húmedas dársenas del puerto, con las grúas amarillas y oxidadas, habrá una mujer duchándose y canturreando una canción que él no conoce. Él prefiere a Eric Clapton, pero claro, no hay mujeres que canturréen Layla. La mujer se viste y se irá arrastrando sus sentimientos por las aceras del barrio del puerto. El rimel se le ha corrido y aún no ha dado ni diez pasos. Parece que lleva sangre en las mejillas, pero es el pintalabios, deshecho como una catarata caudalosa. Él la ve desde la ventana y la dice adios perfectamente mudo y quieto mientras una lágrima corre por su mejilla dolorida de tantas caricias frustradas. Si no fuera por la cicatriz, la lágrima habría rodado hasta la barbilla y aún más allá. Está inspirado, así que se pone los colmillos y baja al bar, en donde observa la vajilla sucia y mutilada. No tiene ni portátil ni sentimientos, ya no. Y pide un bolígrafo al camarero mellado y con cara de pocos amigos. Y empieza a escribir muy rápido, y no precisamente de la mujer que acaba de abandonar momentos antes la habitación del hotel, sino de la lúgubre taberna llena de humedad. Ya no hay aromas de perfumes, de esos que tanto conoce y que no le dejan dormir por las noches. Cuando tiene la servilleta llena por las dos partes, enciende un cigarrillo. Y antes de que la llama del mechero se extinga, quema la servilleta. Esa crónica negra no la va a leer nadie. Sus pulmones no le agradecen las intensas caladas y el whisky quema sus entrañas, pero no lo suficiente. Se comería un entrecot, pero es tarde y su cerebro no para. El camarero ha visto arder la servilleta pero no ha dicho nada, peores cosas han pasado en la taberna desde el principio de los tiempos.
Ahora, de repente, cree estar en el infierno. El local es oscuro y no tiene alma, si alguna vez la tuvo, se la llevó el viento de levante lejos, muy lejos. Maldita vida echada a perder bajo ríos de tinta que se entremezclan con los residuos sólidos de la basura sin contemplaciones, sin mesura y con un despreciable olor a podrido. Ah, lo que daría ahora por un pedazo de sensatez envuelto en papel de regalo de color morado. Pero la sensatez quedó lejos, olvidada en alguna habitación de hotel llena de grietas, como el pequeño trozo de alma que aún le queda. Y para qué hablar de la cordura. De eso tampoco le queda un ápice, sólo que ahora no logra recordar dónde se la dejó.
Extrae el último cigarrillo y, como se han terminado las servilletas, saca el papel de platilla para escribir en el reverso. El boli acaba de morir. Deja el cigarro sin filtro y quema la espuma con el mechero para escribir con el hollín del filtro. Como no le funciona, se pincha en la yema del dedo con el pasador del cinturón. Está oxidado, pero le da igual, su vida no vale un duro. Moja el filtro en su propia sangre y empieza a escribir el último cuento. El camarero, borracho, se ha dormido y ronca apostado en la barra. Escribe, lentamente, y no porque no esté inspirado, sino porque el método funciona lo justo. A la mañana siguiente encuentran muertos a los dos, a él y al camarero. Apestan a whisky. Su último cuento ha sido un epitafio: “No volvería a ser escritor ni aunque me condenaran a tormentos de perfume de mujer”.

Desojo cordobés, de Virtudes Reza

Acabo de llegar,
y todo me aborda,
todo me desborda.
La simple caricia
de una mirada aterciopelada,
el rayo de luz,
que alcanza sutilmente mi rostro,
y todo parece sin importancia.
“Nada es importante”.

Aunque la conciencia divaga,
en el mar de las mil flores,
y mi alma busca el jazmín,
perdido en las callejuelas cordobesas.
sólo a mi paso,
encuentro abanicos de colores,
desde el blanco azahar,
hasta el marrón de mis lágrimas,
que riegan mi interior, a falta de sangre.

Esencias perdidas,
esencias rescatadas y heredadas,
tal vez mejoradas,
esencias sin título,
de algún alquimista que cree que lo fue,
o quizás cree que lo es,
o sin más lo será,
siempre nos quedará la duda,
o tal vez no,
será la excusa para volver,
será la excusa para preguntar una vez más,
sin el permiso del guionista.

Y mis sentidos se abandonan,
en el momento en el que cruzo
la barrera y los límites del tiempo,
un pie tras otro,
acercándome al olvido de lo vivido,
y abriéndome al fluir del Guadalquivir,
en el desorden de los aromas,
que con el antojo aparecen por la tarde,
sin avisar,
para que no dé tiempo a cogerlos,
para que no dé tiempo de hacerlos míos.

A traición siento el escalofrío que nadie percibe,
y miro el cielo,
y miro la rivera,
y miro la sonrisa de un molino en ruinas,
y solo siento que no quiero perder la memoria,
que el destino no me haga recordar,
lo que soy,
lo que percibo,
lo que fuí,
o lo que quedará de mí.

Ahora que estoy lejos,
que la perspectiva de la distancia,
deja mella en mis ojos,
busco una puerta,
tal vez la Puerta de Sevilla,
para sentir más magia,
para coleccionar sonrisas,
deshojando una maceta,
evocando la nostalgia,
bajo arcos de sabiduría,
buscando hueco,
en un alcázar,
o en la sinagoga,
donde las fotos del tiempo,
no quieren ser eternas.

Ahora que estoy lejos,
experimento la risa exteriorizada,
y el llanto interior emocionado,
un semicírculo de sensaciones
siempre almizcladas,
que me hacen retornar a ese lugar del cual no quisiera irme.